Saint-Ursanne es uno de esos pueblos que no parecen reales, sino sacados de un cuento medieval. Con tan solo una pequeña calle principal y menos de 800 habitantes, fue donde paramos unas horas en nuestro camino hacia La Chaux-de-Fonds.
Descubriendo Saint-Ursanne
Se dice que Saint-Ursanne fue fundado por un monje irlandés llamado Ursicinus, quien edificó un monasterio en el siglo VII. Aquí vivió el resto de su vida en soledad, y aunque nunca ha sido un lugar muy animado, hoy el pueblo es conocido por su atractivo aspecto medieval.
Uno de los mejores lugares para disfrutar tanto del paisaje como de Saint-Ursanne, se encuentra al cruzar el puente sobre el río Doubs. Desde el otro lado se pueden apreciar las divertidas construcciones del pueblo que tenéis en la foto, interrumpidas de vez en cuando por torreones medievales. Además, también se puede ver el Parque natural del Doubs, cuyo paisaje parece acunar el pequeño conjunto de casas.
Al entrar de nuevo al pueblo, llama la atención el silencio que reina en sus calles. Se respira un ambiente de profunda tranquilidad, que si bien a veces puede ser inquietante, en este caso es un regalo.
Esto es lo que pensé al entrar en la gran colegiata y su claustro, donde no nos cruzamos con nadie durante nuestra visita. Os puedo asegurar que fue un placer pasear por esas galerías solitarias, y poder disfrutar del claustro totalmente en paz.
Por qué incluir Saint-Ursanne en la Ruta Le Corbusier
Saint-Ursanne está en el lugar perfecto para hacer una parada en el camino. Se encuentra justo entre Ronchamp, donde visitamos la famosa capilla Nôtre-Dame du Haut de Le Corbusier, y La Chaux-de-Fonds, la ciudad natal del arquitecto. Así, poco después de cruzar la frontera entre Francia y Suiza, agradecimos descansar en este pueblo tan pintoresco antes de continuar nuestro viaje.
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